sábado, 6 de enero de 2018

Coevolución genes-cultura

alfabeto etrusco, holland

Alfabeto etrusco, foto de Holland

No sé lo bastante pero la idea de que la evolución genética viene determinada, en parte, por los cambios culturales suena como una idea de gran potencia para avanzar en la ciencia de la conducta humana. Lo más sorprendente es la velocidad con la que un cambio cultural (un cambio en el entorno de flora y fauna al que se enfrentan los humanos y que les lleva a variar su dieta, la fabricación de herramientas, cocinar los alimentos, quemar hierbas para generar pastos o zonas agrícolas, alimentarse de productos lácteos etc) provoca cambios genéticos que, en función de los genes implicados (uno o muchos), de la fortaleza de las constricciones que impone la selección natural etc. A lo que se añade el descubrimiento, en los últimos tiempos, del hecho de que en los seres humanos el número de mutaciones genéticas es mayor de lo que se pensaba. Por ejemplo, ¿por qué la inmensa mayoría de los humanos son diestros – los zurdos son una minoría – y no se ha encontrado dexteridad en otros primates? Según un estudio al respecto, la coevolución de los genes y la cultura parecen responsables. Cuando nuestros ancestros fabricaban flechas y puntas de lanza de piedra tenían que golpear una piedra para hacer saltar “escamas” afiladas, haciendo girar continuamente la piedra base de la que extraían las escamas. Si el que enseñaba la técnica a los demás utilizaba la mano izquierda o la mano derecha para golpear o para hacer girar la piedra base y los demás aprendían por imitación o copia, es probable que, sin predisposición genética, el comportamiento manual diestro acabara predominando sobre todo si se tiene en cuenta la influencia paterna (demostrada también en los estudios) en la dexteridad de los hijos. Esta evolución cultural favoreció el reforzamiento del gen responsable de la dexteridad porque los diestros se beneficiaban de la especialización y, sobre todo, porque el entorno construido por los humanos favorecía la dexteridad, de manera que también se favoreció la extensión en la población de los genes responsables de la dexteridad. En este estudio se explica cómo el cultivo del maiz afectó a la extensión entre la población de un alelo concreto que, sin embargo, no se extendió en otra tribu que vivía en la misma región:

“el análisis demuestra… una correlación robusta entre la construcción de un nicho ecológico y un alelo autóctono nativo americano seleccionado. El alelo 230Cys , con un origen probable en el continente americano, parece haber sido el blanco de un barrido selectivo direccional continuo como resultado del origen y la propagación del cultivo de maíz en la antigua Mesoamérica”

Pero el caso de los músculos de la mandíbula es mucho más llamativo aunque, lógicamente, más antiguo:

Algunos genes humanos sujetos a una selección menos reciente se han extendido hasta fijarse en toda la población humana. Un caso interesante se conoce como el gen sarcomérico de la miosina MYH16, que se expresa principalmente en la mandíbula humana, y que se eliminó entre nuestros antepasados homínidos, por lo que se perdió una parte considerable del gen. Se cree que esta eliminación ha resultado en una reducción masiva en el músculo de la mandíbula, con un tiempo que coincide con la aparición del cocinado de los alimentos, hace más de dos millones de años. A diferencia de otros simios y homínidos primitivos, los humanos y la mayoría de los otros miembros del género Homo no poseen poderosos músculos para masticar. Aparentemente, un proceso cultural (cocinar) eliminó una restricción (el requisito de músculo mandibular para masticar carne cruda), lo que permitió que ocurriera un cambio genético que habría sido gravemente perjudicial en su ausencia ".

Kevin N. Laland, Darwin's Unfinished SymphonyHow Culture Made the Human Mind, 2017, capítulo 9

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